10 de octubre de 2010

6. Entender y aprender del "enemigo"

Entender a los demás
Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con su calzado
Indios Sioux
Tendemos a mirar la vida y a interpretar a los demás con nuestras creencias y valores y experiencias que actúan como cristales que desfiguran la realidad.
“Tres sabios decidieron emprender un viaje porque, a pesar de ser tenidos como sabios en su país, eran lo bastante humildes para pensar que un viaje les serviría para ensanchar sus miras. 
Apenas habían pasado al país vecino divisaron un rascacielos a distancia. “¿Qué podría ser ese enorme objeto?” Se preguntaron. La respuesta más obvia habría sido: “Id allá, conocerlo, haced preguntas y averiguadlo”. 
Pero no: eso podía ser demasiado peligroso porque ¿y si aquella cosa explotaba cuando uno se acercaba? Era mucho más prudente decidir lo que era, antes de averiguarlo. Se expusieron diversas teorías; pero basándose en sus experiencias pasadas, las rechazaron todas. Por fin, y basándose en las mismas experiencias –que eran muy abundantes, por cierto, decidieron que el objeto en cuestión, fuera lo que fuera, solo podía haber sido puesto allí por gigantes.
Aquello les llevó a la conclusión de que sería más seguro evitar absolutamente aquel país. De manera que regresaron a su casa, un poco más sabios que antes, tras haber añadido una experiencia más a su ya dilatado cúmulo de experiencias”. 
Mis suposiciones (prejuicios, ideologías, equipos, colores, banderas,…) afectan a mi observación de las cosas (cómo veo a otra persona de otra raza, otra cultura,…). 
Mi observación engendra convencimiento (confirmo que tengo razón porque no solo lo pienso, sino que “¡¡es que no hay más que verle la pinta¡¡”); 
Mi convencimiento produce experiencia (ya sé cómo es esa gente; a mí me van a engañar; tengo clarísimo cómo hay que tratarles); 
Mi experiencia crea comportamiento (les trato como merecen porque es lo que me dicta mi percepción y mi sabia experiencia); 
Y Mi comportamiento, a su vez, confirma mis suposiciones (¡¡si ya lo decía yo!!). 
Y volvemos a empezar el círculo, cada vez más vicioso 
(como los sabios del cuento, pensando que cada vez somos más sabios).
Para lograr acercarme a la otra persona (a ese rascacielos inquietante hecho por gigantes), tengo que querer hacerlo y hacerlo desde el corazón, sin prejuicios, sin miedo (que, en el fondo, es lo que tengo) a que me cuestionen mis certezas, a que descubra que hay otros puntos de vista, a que me complique la vida con lo ordenada que la tengo.
Dejar actuar a la persona que nos une a la otra persona (no al personaje que teme o rechaza al extraño, el personaje que nos separa) requiere valentía, acercarse, escuchar, preguntar, aprender, cómo es, qué siente, porqué… Conocerle de verdad, no de oídas (como hicieron los sabios). 
Es la única manera: acercarnos y hacerlo aceptándole tal y como es (no como le gustaría mi personaje que fuera), con sus limitaciones, con sus necesidades, con sus peculiaridades, respetando lo que no conocemos, buscando lo que nos une y no lo que dicen otros que nos separa. 
El  peor de “los otros”, el enemigo: ¿un regalo?
Reescribo unos apuntes que tenía de un libro-entrevista al Dalai Lama que leí hace mucho tiempo pero que “buscando en el baúl de los recuerdos, uuuuuhh¡¡” encontré hace poco: 
“Vengarse no es sino crear un círculo vicioso. La otra persona no lo va a aceptar y, entonces, la cadena de venganzas es interminable. Ambas partes dejan de ver, la ira les ciega, sufren, su vida se envenena… 
…son muy importantes las actitudes adoptadas ante nuestros enemigos o adversarios. Si se aprende a ser paciente y tolerante con los enemigos, todo lo demás resulta mucho más fácil, y la compasión fluye con naturalidad.
… No hay fortaleza similar a la paciencia, no hay peor aflicción que el odio. Por ello, no ahorremos esfuerzos en eliminar el odio al enemigo y aprovechar el enfrentamiento como una oportunidad para intensificar la práctica de la paciencia y la tolerancia.
Sin el enemigo no puede surgir la paciencia o la tolerancia. Normalmente nuestros amigos no nos ponen a prueba ni nos ofrecen la oportunidad de cultivar la paciencia. Eso es algo que sólo pueden hacer los enemigos.
Así que, desde este punto de vista, debemos considerar a nuestro enemigo un gran maestro y reverenciarlo incluso por habernos  proporcionado esa preciosa oportunidad”.
¡!Im – prezionante¡¡ (J. de Ubrique, poeta y matador o viceversa)
Lo más fácil es dejarme guiar por mi personaje, lo tengo aprendido, de memoria y lo he practicado infinidad de veces. Y que ve al otro como un peligro. Pero las personas ven a los otros como oportunidades, quieren entenderse, ponerse en el lugar del otro, saber más de ellos. Es fácil respetar aquello con lo que estás de acuerdo (frase de alabanza típica sobre del muerto: “era amigo de sus amigos” –no parece mucho mérito, pero algo hay que decir-). Es mucho más difícil respetar lo que contradice mi programación cultural 
No se trata ni siquiera de comprender a la otra persona con razonamientos de nuestra cabeza que busca y utiliza lo que encuentra en su biblioteca de lemas, prejuicios, frases hechas, cosas aprendidas, la verdad, su verdad, que es la verdad verdadera. La única. 
¡¡cómo puede alguien disfrazado con túnica y boina blanca, que vive en un paraíso fiscal, rodeado de lujo, en el centro de la moderna Europa, proclamarse infalible¡¡
Es más difícil y pero también más estar dispuesto a que las diferencias que veo me hagan cuestionarme mi propio punto de vista, sacar algunos libros inservibles, rancios, de mi biblioteca. Ser consciente de que toda esa biblioteca que llena mi cabeza, no es sino una de las millones de posibles bibliotecas que podía haberme creado. Que no es la única y verdadera. Que puedo escuchar y decidir quitar algunos libros míos y poner los que me ofrece ese otro, diferente a mí.
Quien fuera quien nos inventó, nos puso solo una boca para hablar y criticar poco y dos orejas para escuchar mucho y atentamente. 
¡Tú primero¡ 
“Dos hermanos vivieron juntos felices y en armonía en granjas separadas y colindantes pero un día tuvieron un problema y se enfadaron. Comenzó con un pequeño malentendido pero fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras más fuertes seguido de semanas de silencio.
Pasaron los meses y los años y siguieron sin hablarse ya que ambos tenían serias razones para no hablar al otro. 
Una mañana llegó un hombre con herramientas de carpintero y pidió trabajo a uno de los hermanos. Este amablemente le dio la bienvenida y le dijo que le venía magníficamente bien su presencia. Su vecino, su hermano, había desviado el cauce del río para que separara de forma clara los lindes de las fincas y, el, para no ser menos, quería encargarle que construyera una cerca de dos metros de alto. “¡No quiero verle nunca más¡” exclamó el granjero.
El carpintero escucho atentamente, le pidió ayuda al labrador para que le ayudara a apilar el material y éste aprovecho el día para irse al pueblo a por provisiones. Ya anocheciendo, el labrador llegó a su casa y se quedó sorprendido al ver que el carpintero, lejos de hacer la cerca solicitada había construido un bello puente de madera con pasamanos que permitía el paso entre fincas. Miró por todas partes si ver rastro del desobediente carpintero. 
En ese momento, llegó su hermano menor, llorando de emoción y abrazando a su hermano mayor le dijo: “Eres una gran persona, mira que construir este hermoso puente después de lo que yo había hecho con el río…”. El hermano mayor, también emocionado buscó con la mirada al sabio carpintero pero lo único que vio fue una sombra que se perdía al final del camino, una silueta sobre el fondo de la luna”.
En aquel libro entrevista decía el Dalai Lama que “si te acercas a los demás con disposición compasiva, reduces tus temores lo que te permite una mayor apertura. Creas un ambiente positivo y amistoso. Aunque el otro no se muestre afable o no responda de forma positiva, al menos te has abierto a él con una actitud abierta, has dejado una puerta entreabierta,…”.
Creo que esperamos que sean los otros quienes actúen primero de forma positiva, que se rindan que reconozcan su error, en lugar de tomar la iniciativa de crear esa posibilidad. 
“En la guerra de las dos coreas, se encontraron en la tupido bosque dos personas armadas, una de cada bando. Al verse frente a frente, uno preguntó al otro “¿Eres coreano?”. “Sí, claro” respondió el otro. “Pero de qué Corea, la del Norte o la del Sur”. El otro, respondió “!!!Dí tu primero¡¡¡ 
dos personajes o una persona
Cuando entendemos las necesidades y los sentimientos de los demás, es cuando vemos que somos iguales. No ante la ley, que no lo somos, ni al nacer que tampoco lo somos (somos iguales hasta que nacemos). Somos iguales cuando hablamos con y como iguales, como personas que escuchan, que comparten sentimientos, inquietudes, anhelos, errores, miedos, ilusiones,… Además esas personas se unen para siempre porque el lazo, invisible, no está hecho de oro, de alabanzas, de miedos,… sino de comunicación “5 estrellas”.
Dejo de ser yo, mi personaje; dejas de ser tu, tu personaje, y pasamos a ser nosotros, dos personas muy muy semejantes, con muchas muchas cosas en común. Y en esos momentos hay algo que te hace sentir que no somos dos, que somos uno. Y no pasa con personas que ves y con las que hablas todos los días y sí pasa de repente con alguien que no veías hace tiempo o que acabas de conocer. 
La chispa invisible que conecta dos personas sin armadura salta y acerca.
dnl

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