10 de octubre de 2010

Yo comunico, tu comunicas, el comunica (I)

 
“el mayor problema de la comunicación es la ilusión de pensar que ha ocurrido” G.B. Shaw
Durante el encuentro maristas 67 –pero ocurre en cualquier otro Zoo humano- te encuentras
con personas con las que conectas desde el primer momento y parece que no hayan
pasado años, otras con las que se mantiene el mismo nivel y otras ¿magia?
con las que hablabas lo justo y te encuentras hablando con una profundidad que a
la que nos has llegado con personas que ves frecuentemente. A mí me pasó y seguro,
 porque no soy raro –bueno, vale sí, un poco sí-, que a vosotros y vosotras
 también. Diferentes niveles de comunicación, ni mejores ni peores.
Además como de los correos que recibo comentando alguna de las cosas que escribo hay uno, 
especial, que me viene a la cabeza porque, por una parte, reflejaba
parcialmente mis sensaciones, cuando iba al encuentro Maristas 67.
Decía: “dudé mucho en ir, nunca salgo ni voy a ningún sitio y la verdad es
que me daba pereza ya sabes, dejas de salir, no te relacionas y te
vuelves vago/a. Normalmente soy muy callado/a, apenas hablo y pensaba que no
 me iba a saber desenvolver, que no iba a saber de que hablar ni con quien hablar.
Por otro lado había algo que me decía que no debía perdérmelo y así fue.”
Este email, aprovechando que sigo “sin hijas=más tiempo”, me ha hecho releer un libro que 
tenía por casa y que os recomiendo “Conversaciones con Max”,
F. Ramón-Cortés, Ed. Integral. Metiendo lo releído y mi experiencia en la coctelera,
ha salido un combinado que creo sabroso pero denso y largo así que, lo serviré
bien frío y en dos tandas. No vaya a ser que alguno/a se cueza… o, lo que
es peor, los pocos/as que todavía reciben al menos con curiosidad estos
Lunes con Sol, pongan su antivirus apuntando a mí.
Según Max, hay varios niveles de comunicación, cinco en concreto pero que todos son válidos y 
cada uno tiene  su función.
El primero consiste en hablar de cosas. Aquí no hay comunicación. Hablamos del tiempo en el 
ascensor de casa -¿Porqué SIEMPRE del tiempo?-, hablamos de fútbol con los
amigos, de ropas con las amigas, de política –con cuidado-, de nuestras vacaciones
en Salou, que si mi niño no me come, que si la crisis económica, que si… en definitiva,
 lo que he dicho, de cosas.
El segundo consiste en hablar de los otros. Damos opiniones, las criticamos,… ¡Y aquí somos 
unas/os profesionales¡: ponemos a caldo a la vecina del 7º, a mi jefe, a mi jefa,
a la frutera,… aunque los dardos preferidos y más gustosos son, sin duda, la suegra
(¿¿¿cómo pueden los franceses llamarle “Belle-mère”??? –panda de pelotas-) y el
 “cuñao” y la “cuñá”.
Como es un deporte (inter)nacional, y al pueblo hay que darle lo que pide –si interesa dárselo-
pues ahí tenemos carnaza fresca (Belén Esteban, Cayetano Martínez de Irujo,
Paquirrín, Sarita Montiel, Sarita carbonero,… -no me extiendo más porque se va
 a notar que estoy empollado…-. En definitiva conversaciones en el autobús,
en el bar, o donde se tercie, despellejando a quién se ponga a tiro (vale, acepto que
 a veces, hablamos bien de ciertas personas. Es cierto. Pero da menos
gustito…). Aquí, comunicación, poca. NO ofrecemos nada de nosotros mismos.
En tercer nivel, empezamos a hablar de nosotros mismos desde quién soy, donde trabajo, 
soltero o casado, del Barca o del Madrid, qué es lo que me gusta, a qué me
dedico, “y cómo eres, a qué dedicas el tiempo libre” –¡ay¡ Jose Luis Perales,
 ¡siempre pensé que era el himno al cornudo y luego nos contaste que estaba
 dedicado a tu hija y le preguntabas por su novio…¡-,…. En este nivel, muchos
datos, en una dirección, todo perfectamente objetivo.
Entrando en la zona más compleja, pasamos a un cuarto nivel, en el que me atrevo a hablar 
de mis sentimientos: me siento triste, me siento defraudado, ¡estoy de una
mala h…..¡, me siento alegre, me siento confuso, hoy he tenido un día…. 
 En fin, sentimientos que son muchos y, a veces, no somos capaces de ni de
reconocerlos ni de ponerles nombre y, mucho menos, de expresarlos
(Segundo libro recomendado: Diccionario de los Sentimientos, J.A. Marina,
 Ed. Anagrama, creo).
Finalmente, y aquí estamos como la célebre Pinito del Oro (un mito tardo-franquista en el 
equilibrismo sin red, por si no os gustaba el circo o la madre nos os hablaba
de ella como una estrella de su época), llegamos al quinto nivel.
Este nivel consiste en, hablando en castellano viejo “hablar a calzón bajado”. Hablar de los 
sentimientos que hay entre nosotros dos, los que yo despierto en ti y los que tú
despiertas en mí. Esta es la verdadera comunicación, la que da sentido a una
relación, la que es independiente de edades, géneros, países, culturas, razas,
banderas,…la que nos une a todos y nos conecta con todos. Es la que ayuda a
crecer. En ella, habla la persona, tú, no tu personaje (papel en este teatro que
es esta vida). No hay protecciones, no hay defensas, no hay precauciones.
Hay cercanía, confianza, honestidad y riqueza. Mucha riqueza.
Aprender a subir puertos cada vez más altos –aprovechando el símil ciclista (Alberto 
Contador ¡Tri campeón del Tour¡. Nadal, Contador, la Roja, …. ¡Vamos a salir
 de la crisis echando leches¡¡¡- no es cosa fácil ya que depende de muchos
factores. ¿Es fácil dar la vuelta lateral para Paula, mi hija? ¡Chupadico¡ me dirá.
 ¿Lo es para su padre? Serio de riesgo de luxación lumbar y agravamiento de
 la hernia discal entre las vértebras L5-S1. Como en todo, unas personas tienen
más facilidad, aptitud, voluntad, motivación para hacer algo que, en principio es
un reto para todos.
Además, para complicarlo un poquito más, esto no solamente requiere sesiones de 
spinning emocional sino que, vaya por Dios, es cosa de dos. Y como es cosa de dos,
pues, tendremos que ir pasito a pasito, sin prisa (la gran enemiga del cariño)
tanteando al personal (como dice un miembro –y ¡es miembro, no miembra,
en este caso¡- “artículo primero, conocerás al personal; aunque yo creo que ese
es el segundo, el primero es “conocerte a ti mismo”), sabiendo con quien puedes
profundizar, a quién puedes abrir tu corazón (¿suena cursi, no?...¡pues me da igual¡).
Uno puede hablar solo, incluso reírse de sus propios chistes (quien aprende a reírse de uno 
mismo, siempre tendrá algo de qué reírse), y es verdad, esto en serio que, todo
el ejercicio de preparación tiene mucho que ver con aprender a conocerte a ti
mismo (que es lo que estaba escrito a la entrada del Oráculo de Delfos) pero
 sobre todo escucharte a ti mismo (qué ha ocurrido, qué he pensado, cómo me he
 sentido, de qué manera he reaccionado,…).
Pero al ser cosa de dos, tenemos un pequeño problema: el miedo. ¿A qué? A que al 
desnudarnos, al mostrarnos tal y como somos, no gustemos. Miedo al rechazo,
 miedo al ridículo. Y por eso desde pequeñitos nos pasamos el tiempo
escondiéndonos bajo una máscara de chic/osas duros/as, para ocultar bastante
 timidez y algún que otro complejillo. Miedo a no ser queridos. Porque si hay
algo en este mundo todos y todas queremos es sentirnos queridos, sentirnos
aceptados al menos por una persona, aunque sólo sea una.
Así, dependiendo del lugar y la situación, nos enfundamos nuestro personaje (en griego, 
sinónimo de “máscara”) –profesional perfecto, madre 10, hombre duro, padre
 superhombre,…- que nos proteja y nos centramos en las relaciones del uno
al tres salvo, si tenemos el día tonto, tenemos dos gin-tonic en vena y se
produce la tan nombrada exaltación de la amistad, damos un pequeño salto al
nivel 4 - pero solamente durante los efectos pasajeros de los efluvios de la
ginebra…-. Bueno, y  también, cuando estamos realmente jodidos (y en esto,
lo siento no encuentro palabra mejor, y si Cela, premio Nobel la utilizaba…),
cuando sufrimos una gran pérdida. A veces tocar fondo, ayuda.
Luego, está el azar, el imprevisto, la magia de una mirada, una sonrisa que como un cohete 
 nos lleva del nivel 1 al 5 con alguien que casi no conocemos o no hemos visto hace,
 vamos a poner un número, 25 años. A veces, una mirada hace que la conexión
 vaya del 1 al 5 en segundos. Un buen amigo siempre me ha dicho que con una
sola mirada sabe perfectamente si, en el lenguaje de los gays -degenerados, enfermos,
 pobres sufrientes,…Cardenal Cañizares dixit-. “entiende”. Yo creo que, a veces,
una primera mirada basta para ver si hay conexión o no, se algo difícil de
describir –y no infalible- pero hay personas que al conocer o al ver después
 de mucho tiempo, nada más cruzar las miradas, ves que hay algo diferente.
Y yo, que no me creo ni en mi Dios –que, eso sí, es el verdadero-, sí que creo en las 
casualidades mágicas, en los encuentros oportunos,… en el triangulo isósceles entre
 plutón, saturno y Júpiter que hace que un halo de magia, en forma de brisa,
una dos miradas, dos vidas que hasta ese momento han ido paralelas pero
convergen y tienen mucho en común, dos conversaciones. Cierto es que hay
 estar muy atentos (los cotillas no solemos tener problemas, pillamos todo,
la conversación de la vecina y la brisa al vuelo¡) y las prisas de hoy en día
apenas nos permiten descubrir esa fugaz chispa.
Llegar a comunicarnos en el nivel 4 y, sobre todo, el 5 en el que se crece, en el que desde ya 
en la azotea, se ve más paisaje, hay más luz, requiere dos cosas: que seamos
capaces de abrirnos a los demás y que pensemos que la otra persona
merece nuestra confianza. Así de fácil y así de difícil.
Por eso, tengo que primero conocerme a mí mismo y preguntarme ¿soy capaz de dar 
confianza? ¿Me atrevo? ¿O prefiero quedarme detrás de mi mascara? Es más
cómodo, eso sí, sin dudas pero ¡¡pierdes tantas oportunidades de encontrar
tesoros ocultos en otras personas que, a su vez, alumbran y te hacen descubrir
 otros aún más ocultos en ti!!
Y, luego segundo, artículo segundo, como dice mi amigo del 67 “conocerás al personal”. 
Para eso tengo que tener el valor y la oportunidad de hacerlo. No puedo ir
desnudándome ante todo el que vea por la calle, abriendo mi gabardina
y mostrando mis... vergüenzas a todo el que pase por delante porque puede
que les asuste y salgan corriendo, se enfaden y me den un tortazo o les
guste y se queden bloqueados (ni que fuera yo de Bilbao¡). En todos estos
casos, no habrá nada que hacer, la comunicación será nula. 
Ahora en serio (es que cuando me pongo tan serio, me pongo nervioso y en la primera 
de las curvas, me salgo por la coña marinera…): tengo que valorar la oportunidad
 de hacerlo, ya que si doy mi confianza a todo el mundo, me encontraré con
¿mucha? gente que no sea digna de mi confianza, que no la valore, que no la
entienda, que no esté preparada y me haga sentirme ridículo o no le guste y
simplemente no esté dispuesta a corresponderme.

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